Las cosas se cuentan solas, solo hay
que saber mirar.
Fragmento
de la canción Coplas de mi País de Piero
Florencia
no tiene POT, Plan de Ordenamiento Territorial, sino PDT, Plan de Desordenamiento Territorial. La lógica
es simple, esto permite estar en un eterno proceso de estudios, diagnósticos y
obras que le son más rentables a las arcas de los pasajeros administradores o
administradoras y contratistas.
La
evidencia constata lo aquí enunciado.
Una ciudad que no tiene vías que permitan a sus ciudadanos y
ciudadanas movilizarse con la agilidad y seguridad en un sitio donde se tiene “toda la
tierra del mundo”, es porque la visión de la mayor parte de quienes han sido
sus administradores y administradoras solamente llegan hasta los bancos donde están
las cuentas de los dineros públicos.
No
hay una sola calle peatonal que permita a sus gentes cruzarse con tranquilidad,
tienen que estar corriéndole a los automotores que nunca cesan su arremetida,
porque entre otras cosas los obsoletos semáforos no están diseñados para dar
paso al peatón con el respeto que se merece.
No
hay una sola vía adecuada para bicicletas, lo cual permitiría una mejor salud para
muchos de sus ciudadanos y ciudadanas, menos contaminación, mayor amabilidad
con la ciudad y algo consecuente con el eslogan de la Puerta de Oro de la Amazonía colombiana.
Una ciudad que derriba su poco
patrimonio arquitectónico
para elevar edificios inseguros y feos como el de la Alcaldía y el de la
Asociación Jorge Eliecer Gaitán, es porque quienes han estado en las
administraciones no tienen una mínima visión estética, no se precian y menos
aprecian a quienes dicen representar.
La
plaza de mercado La Concordia, debería ser como popularmente se le ha llamado
“la galería”, un espacio donde se conjugue la venta de productos alimenticios a
través de sus dueños tradicionales, con las condiciones de salubridad adecuada,
pero además con estética y que sea ofrecido como un lugar donde se disfrute el
arte, que sea también una galería.
Una ciudad que construye puentes como el Doroteo de Pupiales y el que
conecta la Bocana con el Juan XXIII para desembotellar la ciudad, es porque sus
administradores y administradoras no conocen donde viven o no tienen idea de
movilidad o simplemente hay una intencionalidad clara de ganarse unos dineros
de forma inapropiada, pues estos puentes conectan el centro con barrios laberintos,
como el Juan XXIII.
Es
así como los grandes trancones son cada vez más el pan de cada día, por lo
tanto es necesario, de forma urgente pensar qué hacer y diseñar estrategias de
movilidad que proyecten a Florencia a cien años. Por ejemplo cambiar horarios
de trabajos de las empresas oficiales, podría ayudar un poco.
Una ciudad que siempre ha tenido
problemas de agua,
cuando esta surcada por generosas afluentes, es porque no se ha previsto la
importancia de tener el preciado líquido de forma potable y permanente como
corresponde. Sumado a ello, ha permitido la privatización al acceso a sus
riberas, obstaculizando cada vez más, una de las pocas tradiciones de sus
habitantes como es el baño en los ríos y los paseos de manera gratuita.
Una ciudad que no tiene espacios
públicos adecuados, como
parques para el esparcimiento de las diferentes generaciones, donde se pueda
hacer deporte, recreación y ocio con la seguridad que corresponde cada
actividad. Es porque sus administradores no entienden la transcendencia del
encuentro humano para el futuro de un pueblo, para la democracia, aunque
algunos creen, equivocadamente, que los centros comerciales reemplazan el
espacio público, cuando en realidad estos son espacios privados y no están
hechos sino para que sus visitantes dejen el dinero.
Una ciudad que no tiene pulmones
internos, sino que cada
vez es más parecido a una selva de cemento, es porque sus gobernantes aplican
la eutanasia generalizada, al no dejar espacios de oxigenación para que limpien
la polución que genera el “desarrollo”. Además, deben ser consecuentes con el
lugar amazónico donde crece la ciudad.
Una ciudad que abandona sus ríos y cree que con quiméricos llamados a
la conciencia van a cambiar la ecuación de contaminación, poco futuro le espera.
La educación permanente, el respeto, la disciplina y en últimas la sanción para
que todos los pobladores acojan con respeto generalizado su entorno natural
debe ser una de las banderas que primen en cualquier administración pública hoy.
Una ciudad que margina a las culturas
ancestrales y les deja
que poco a poco mueran en los cinturones de miseria, es porque valora más que
estén en un museo que en la realidad. No hay que invitarles solamente a que
expongan su riqueza cultural en las fiestas del pueblo, hay que invertir en su
recuperación y sostenimiento de manera digna, no como una limosna sino como un
derecho de los y las propietarias históricas de las tierras, bosques y aguas
que ahora ya no les pertenecen, por la ocupación que se hizo de ellas.
Una ciudad que en los niveles de
educación está entre las últimas del país, tanto en el campo de la educación media o
universitaria, es porque no tiene visión de futuro y están robando la esperanza
a las nuevas generaciones y el futuro de la región. De esa manera los
condicionan para que sigan viviendo del favor del político-a de turno, sin que
puedan emanciparse. La educación caqueteña es una fábrica de pobres, sumisos y
marginales.
Una ciudad que no ha trabajado procesos
educativos para cambiar la herencia del narcotráfico de transformar esa “cultura del
atajo” y la “cultura del más vivo” es porque las administradoras y administradores
históricos de instituciones públicas están cómodos con lo que hay, ya que
generan expectativas en las nuevas generaciones que saben que solo tendrán
éxito para mezquinos intereses.
Una ciudad que no se preocupa por lo
que pasa en su única institución pública de educación superior, donde se forman sus hijos y ven que
estos cada vez son más parias en la nación, es porque la amnesia es grande y en
proceso de seguir creciendo. No se dan cuenta que se están hurtando el futuro,
pues serán los y las profesionales que estarán al frente de los cargos
públicos.
Una ciudad que no piensa en crear
procesos culturales
que afiancen los pocos eslabones de música, teatro, poesía o cualquier
expresión artística es porque no tiene ninguna intención de cambiar hacia el
mañana. Todo indica que la estrategia es mantener la miseria cultural, porque
permite mantener el statu quo y da
réditos para la manipulación.
Una ciudad que no ha tenido políticas
públicas inteligentes,
es porque sus políticos-as no son los mejores, y si no párense un poco y vean a
su alrededor. Por ejemplo, la última gran obra ha sido la cárcel Las
Heliconias, bonita planta que la toman para darle nombre al lugar de castigo
que crea la sociedad para quienes infringen sus normas.
Una ciudad que no ha tenido mala
suerte, sino malas y malos administradores de lo público, pues como dijera un zar
anticorrupción hace algún tiempo en una visita a Florencia, aquí hay mucha corrupción y pocos corruptos,
requiere pasar de manera urgente por el quirófano, no para hacerle solamente
una operación de estética, sino ante todo ética.
Y
cuando digo ciudad, no me refiero a sus calles, ni a sus edificaciones, ríos,
montes, etc. Me refiero a aquellas y aquellos que han estado y están en la
administración pública dirigiendo los destinos de Florencia que en sus
discursos dicen quererla, pero que la realidad muestra otra cosa.
Aquí
señores y señoras hay hombres y mujeres responsables, con nombre y apellidos
propios. Si tienen un poco de aprecio por las nuevas generaciones, incluidas
sus propias familias, deben tener la dignidad de asumir lo que les corresponde
y no esconderse en artimañas o disculpas, simplemente no seguir siendo
candidatos o candidatas a las corporaciones públicas, pues son responsables por
acción u omisión. Si usted, es responsable, hágale un favor a la sociedad, a su
familia y a las futuras generaciones y apártese de la vida política.
Y
como seguramente esto último no va a suceder. Invito a la gente a que no haga
conejo, tampoco a comerse un tamal envenenado como dijera en una visita al
Tolima la Premio Nobel de Paz Rigoberta Menchú, si no a votar en consciencia
por las nuevas propuestas que sean alternativas, no tradicionales, que no estén
ancladas en los extremos. Que sean democráticas y libres, para que así quienes
salgan elegidos y elegidas tengan la posibilidad de administrar sin
condicionamientos.
Político
o política que llegue a la alcaldía de Florencia, haga un trato en el marco de
un “contrato social amazónico” que le permita a la ciudad y a sus habitantes
salir de la postración a la que ha estado sometida por propios-as y extraños-as,
empiece por un baño moral y ético en la quebrada La Perdiz, para que parta la
historia de la ciudad y se inicie una “nueva era”, la de Florencia Florece.
Una
sociedad civil fuerte da un gobierno fuerte. Así que la principal oposición
debe provenir de la propia ciudadanía, que organizada y pacíficamente exija lo
que corresponde, una ciudad moderna, con servicios públicos de calidad y con
oportunidades laborales dignas para todos y todas. Recuerde que lo que no
funciona en lo público, fundamentalmente es por culpa de la administración de
turno, ya que ella tiene todas las herramientas.
Para
cambiar una situación histórica nefasta como la que tiene Florencia se requiere
autoestima, valor civil, decisión e inteligencia. En sus cabezas ciudadanos y
ciudadanas está parte del cambio el próximo 25 de octubre.
Con sentimiento de florenciano,
19
de octubre de 2015